«Lo que me quede de vida se lo voy a dedicar a obtener justicia para mi hijo, que me dijo ?mamá, me quiero morir?, me le arruinaron la vida», asegura la madre del joven
«A mi hijo le quitaron las ganas de vivir (...) no quiere vivir, me lo dejaron ciego, desfigurado. Lo que me quede de vida se lo voy a dedicar a obtener justicia para mi hijo, que me dijo ‘mamá, me quiero morir’, me le arruinaron la vida». Este es el relato de Adriana Parada, madre de Rufo Chacón, de 16 años, quien cuenta así la última atrocidad de la Policía Nacional Bolivariana de Venezuela: un disparo de balines de metal al rostro del joven, a quemarropa. Fue durante una protesta por la escasez de gas doméstico en Táriba, una ciudad dormitorio de San Cristóbal, la capital del fronterizo estado Táchira, y el disparo no solo le desfiguró completamente las facciones, sino que ocho perdigonazos impactaron en uno de sus ojos y cuatro en el otro, y lo dejaron ciego para el resto de su vida.
El hecho aconteció cuando el país aún no se ha recuperado del asesinato de Rafael Acosta Arévalo, capitán de corbeta de la Armada venezolana, quien fue detenido el viernes 21 y una semana después murió en custodia mientras recibía una brutal paliza.
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